martes, enero 10, 2006

Fisonomista

Me causa un profundo desazón cruzarme con un rostro y no saber ubicarlo. No soy bueno para los nombres, nunca lo he sido. Pero un rostro lo reconozco al momento. El tipo que echa gasolina a mi lado era el taquillero del cine el sábado. El que espera en la consulta del dentista es un cliente de la segunda empresa en la que estuve, y esa chica que acabo de ver en la sección de congelados, no la logro ubicar. He acelerado el paso en el siguiente pasillo, buscado un nuevo vistazo. Y he seguido sin saber. Cuando ha ido a la caja, la he seguido. Ha montado en su coche, desde el mío la he seguido diez minutos. Ha llegado a mi barrio. Y ha entrado en casa. Vive conmigo. Creo.