martes, mayo 22, 2007

Orientación (semi antiguo)

Harto de la situación, ayer compré una brújula y la he desmontado. Borré la N y en su lugar escribí tu nombre. Al volver a montarla, la aguja ha girado al menos tres veces hasta que ha quedado fija, apuntando hacia mí.

(26 de mayo del 2004)

miércoles, mayo 16, 2007

Cambio de perspectiva

Patricia extiende varias hojas de periódico por el suelo, cubriendo una ampla zona, y luego rompe el cristal de la ventana con un pisapapeles de piedra negra. Con cuidado quita del marco uno a uno los restos de cristal que quedan, finalmente enrolla los periodicos para poder luego reciclar papel y vidrio.

Y se asoma por fin con el viento agitandole el pelo, ya que si hay que mirar, siempre será mejor sentir el viento en la cara.

lunes, mayo 07, 2007

Esperando en azul (Antiguo)

Cruzando los pasillos poco menos que corriendo llegó a la sala. Allí vio a todos esperando noticias. ¿Todos? No. Faltaba alguien, aunque no conocía a muchos.
-¿Cómo está?
-Mal. Aun están con él. Siéntate, estás sofocada.
-Gracias. Me he enterado hace una hora. Me llamó Julio. ¿Cómo ha sido?
-Lo encontraron por casualidad en el suelo, una pareja de forestales. Debía llevar unas horas, pero lo trajeron inmediatamente. Nadie sabe que hacía allí. Pregúntale a Julio, él sabe más, creo.
Se sentó a respirar. Su llegada había roto el tenso ambiente de la sala. Notaba la mirada de algunos mirándola. Serían de la familia, que no la conocían. Los familiares la miraban con una mezcla de curiosidad y recelo, ¿quién era quien podía irrumpir así y sin mediar palabra pedir explicaciones? Un pudor de desconocimiento les impidió hacer comentario alguno. No conocían la naturaleza de su relación con el herido, y puede que tuviera derecho. Ella levantó la vista, y sin pararse a pensarlo notó efectivamente una separación en el grupo que esperaba noticias: En un lado estaban amigos de él, a los que ella conocía a casi todos. En el otro un circulo familiar casi desconocido. Esa, creía, era la madre. Hermanos, tíos, quizás. Y en tierra de nadie, podía ver a algunos amigos suyos que tenían más confianza y hablaban en voz baja con la familia. También un par que estaban sentados en silencio, aparte, y no parecían conocer a nadie en la sala. Se preguntó por un momento si se habrían confundido de sala, y en alguna contigua sufriera en esos momentos algún ser querido para ellos, e incluso alguien les censuraría:
-Hay que ver como son Fulano y Mengano, parecían tan amigos y ni vienen a verle.
Cruzó con ellos la mirada y se sorprendió al verse bromear así. Se agitó el pelo inquieta. ¿Qué había pasado? Se levantó
-¿Y Julio?
-Ha ido a la cafetería con Eva. Está muy nerviosa y han ido a tomar algo. ¿Te acompaño a buscarlo?
-No, gracias, prefiero esperar aquí.
-Vale.
Se acercó al resto. Contaban historias de hospitales. Ahora él estaba contando cuando le ingresaron por su apendicitis. Se quedó escuchando un poco, pero no lo aguantó mucho. No podía distraerse. Con lentitud se acercó a la familia. La miraron expectantes.
-Hola, ¿cuándo se sabrá algo nuevo?
Respondió la que creía era la madre.
-No lo sabemos. El médico dijo que no podía tardar unas horas. No lo sabemos.
-Gracias.
Podía ir a la cafetería. Atrás dejó la pregunta suspensa y no formulada en voz de ¿quién eres? que había adivinado en sus ojos. No tenía energías para ella. Los pasillos olían todos igual, eran tan parecidos. Se cruzaba con las enfermeras y los médicos asombrándose un poco por como podían trabajar aquí, donde todo parecían ser malas noticias. Llegó a la cafetería. Sentados frente a frente estaban Julio y Eva. Él, café. Ella un refresco.
-Hola. No se sabe nada nuevo.
-Hola. Puede que sea una buena señal. ¿Quieres algo?
-Si. Cuéntame que pasó.
-Nadie lo sabe muy bien. Anoche estuve con él, en mi casa. Estuvimos grabando, y no me dijo que fuera a ir al campo para nada. Estuvimos hasta las 1:00 o así, y se fue. Por lo visto, al levantarse, por cualquier motivo cogió su mochila y temprano se fue a la estación. Fue al campo solo, sin comentárselo a nadie. Dejó en su casa una nota diciendo que comería fuera, sin más datos. No le vieron irse. Después, sólo tenemos suposiciones. Dos forestales le encontraron bajo una caída de diez o doce metros. No saben que pasó. Había puesto la tienda, parecía que quería quedarse a pasar la noche. ¿Se resbaló? ¿Pretendía bajar por las piedras para acortar camino? Sólo él lo sabe.
-¿Había estado allí antes?
-No lo sabemos. Es curioso, pero aunque nadie sabe si había estado allí antes, montó la tienda en un sitio que dicen los forestales sólo usan los que conocen la zona, porque no es fácil llegar ahí. No es una zona transitada, y tuvo suerte. Pudieron pasar días hasta que lo encontrasen, podía haber muerto.
-Ya.
Quedaron en silencio. Miró a Eva por primera vez. Sus ojos se ocupaban de buscar algo al fondo del vaso, pero aun así se veían enrojecidos. Sin saber como, su mano se posó sobre una de las suyas y apretó afectuosamente. Levantando la vista sorprendida, soltó el vaso, y la abrazó. ¿Por qué la consolaba? ¿Quién la consolaba a ella? Suponía que en estas ocasiones, quien mantenía la calma al menos en apariencia, debía de servir de ayuda para el resto. Pero, ¿Quién la consolaba a ella? Aun así, tuvo lástima de Eva.
-Tranquila, todo irá bien. Venga. Vuelvo a la sala. Os avisaré si hay noticias nuevas.
-¿No quieres tomar nada?
-No, no. Sólo vine a hablar contigo.
¿A qué había ido al campo? Que extraño. ¿Podía haber ido a ... no. No podía ser eso. Puso la tienda, ¿verdad? No. Un accidente. Un estúpido accidente era lo que había ocurrido. Diez metros. ¿Cuanto era eso? ¿Mucho o poco para caerse? Se imaginaba una caída. Habría piedras, ramas. Abajo, tierra. Puede que no fuera nada. Que estúpida. Si sólo hubiera sido el susto, ya habrían salido. Se daría en la cabeza, o habrá perdido sangre, o algo, y por eso tardan. Ahora entró en la sala con más calma, absorta, y no necesitó preguntar para saber que nada había cambiado. Se sentó, mirándose las manos. Recordaba su cumpleaños, hacía un, no, dos años atrás:

Estaban juntos, caminando por la calle, de noche. Ya eran más de las doce. Le pasó el brazo por los hombros, y le susurró.
-Dicen algunos que hoy es un día especial.
-¿Si? ¿Qué algunos?
-Algunos. Dicen que hoy es tu cumpleaños. ¿Por qué no me lo dijiste?
-Eso es una tontería. No significa nada. Un cumpleaños es anécdota. No me gusta celebrarlo.
Quedaron silenciosos. Ella mentía. ¿No le gustaban los cumpleaños? Si. Pero no le gustaba ser el centro de atención, que le dijeran cosas. Se sentía extraña. Él la miraba sonriendo, y ella tardó en darse cuenta.
-¿De qué te ríes?
-De nada, algo que me dijeron una vez, hace tiempo.
-¿Si? ¿Y qué era eso tan gracioso?
-"Felicidades"
Le dejó en la mano un paquete envuelto en papel de estraza. Lo cogió sorprendida. Le miró a los ojos. Le dio un beso en la mejilla.
-Tonto.
-Es para abrirlo, ¿sabes? No es sólo papel.
-¡Calla!- le da un golpe en el hombro, riendo. Rompe el papel, y abre una caja de cartón, del tamaño de un libro. Dentro, papel de periódico y un pequeño paquetito, que guarda una pulsera de plata, simple y perfecta.
-Muchas gracias. No tenías que haberlo hecho.
-¿No? No mientas. Veo en tus ojos que te gusta. Aunque si no la quieres, guardo el ticket. Podemos gastar el dinero en cervezas...
-No, no. No te preocupes
Había poca luz, y entonces ella no pudo darse cuenta de la inscripción que había en la pulsera. Se la puso. Siguieron caminando en silencio un buen rato.

Ahora leía la inscripción inquieta. La llevaba desde entonces, y más a menudo de lo que quería, la miraba. Pero la inscripción procuraba no leerla. Jugueteo un poco con la pulsera y sintió pasos. Era la madre. Se sentó junto a ella.
-Hola
-Hola
-Perdona que te moleste. Es que... él nunca habla mucho. No se mucho de eso. Es mi hijo y no lo se. ¿Eres su novia?
La miraba a los ojos. ¿Qué decir? ¿Cómo explicar ahora allí y entonces a esa mujer estos últimos dos años? No quería mentir.
-Dime, si te da vergüenza, perdona. Es que quería saberlo. Llegaste tan corriendo, inquieta, que... ¿Le quieres?
Eso si quería responderlo. Asintió. Finalmente, si, claro que le quería.
-Ya. ¿Cómo te llamas?
-Elena. Lo conozco hace dos años.
-Dos años. ¿Sabías a donde iba? ¿Por qué fue solo al monte?
-No. Ojala, pero no tengo ni idea. Perdone.
Se levantó. También ella tenía un límite. Algo pugnaba a salir de sus ojos, y si eran lágrimas, no quería ayudarlas. No. Las manos se agarrotaban. Deseaba agarrar algo, romper algo, abrazar algo. Acabar con la impotencia. Dos años, largos y espesos. Sólo dos años. Recorrió de nuevo la sala con la mirada. El cansancio hacía mella en la gente ya, algunos llevaban casi un día. ¿Por qué no le habían avisado a ella antes? ¿No tenía derecho? Quizás si Julio no la hubiese llamado, no se habría enterado hasta... ¿hasta cuando? Puede que si no la hubiesen llamado, a los días, a la semana le habría visto con muletas, o vendado.
-¿Qué te ha pasado? ¿O es la moda egipcia?
-Si, es la moda. Acércate, Cleopatra, que vamos a ir conjuntados.
Y reirían. Reirían después de todo. Ella se preocuparía un poco, ¿te duele? Un poco. Y se enfadaría ¿Por qué no me avisaste? Y él diría ¿Y qué ibas a hacer tu? ¿Preocuparte? Mejor así, así me ves y te ríes.
Si. Su madre estaba ahora aun sentada, pero con la vista fija en la puerta. En otra silla estaba una chica a la que no conocía. Ambas se miraron a la vez. Puede que viniese con los que nadie conocía. Ya no estaban. Se acercó a ella.
-¿Fumas?
-Si. Gracias. Eres la primera que se molesta en mirarme dos veces.
-Ya. Estás aquí. Estamos por lo mismo, ¿no?
-Si
Fumaron un poco. Nadie se quejó del humo.
-Yo soy Elena.
-Si, lo se. Te he visto en alguna foto.
-¿Si?
-Si.
Y se calló. no dio más explicaciones de que foto, ni de quien era ella. Iba a decir algo, cuando entraron Julio y Eva por la puerta.
-Perdona, ahora vuelvo.
-Hemos venido a ver si había algún cambio. Voy a acompañar a Eva a su casa. Lo mejor es que descansemos. Lleva muchas horas aquí.
-Tienes razón. Mira. Si ocurre algo, en seguida te llamo, ¿vale?
-Si, claro. Gracias.
Desde luego, le convendría dormir. Parecía al borde de la extenuación. ¿Tanto había sufrido? Tiró la colilla a la papelera. Debería comprar una revista, algo que la distrajera de la espera. No tenía muchas ganas de hablar. De nuevo jugueteó con la pulsera. Se la quitó y leyó. Se la volvió a poner.
-¿Te la regaló él?
Era la chica de antes.
-Si. Hace tiempo.
-Es bonita. Fuimos compañeros de clase, hace cinco o seis años. Nos vemos poco. Es curioso. Nos vemos cada mucho tiempo. Pueden pasar meses, una vez pasó más de un año sin vernos. Pero cada vez que nos vemos es como si no hiciera ni un día, como si nos viéramos tanto como cuando éramos compañeros. Aun nos reímos con tanta facilidad como entonces.
-¿Cómo te has enterado?
-Por casualidad. Al medio día me crucé con Edu, ¿lo conoces?
-Si.
-Me lo crucé aquí al lado y me lo dijo. Yo tenía que trabajar, y hasta hace un rato, no he podido venir. Parece que está mal, ¿No?
-No, no se. No muy mal. No se exactamente como está. Llevan mucho tiempo con él, ahí dentro.
-Lo cogieron tarde, creo que si lo hubiesen cogido antes, ya se sabría algo. ¿Sabes que hacía allí?
-Ni idea.
-No habrá dejado una nota, o algo, ¿verdad?
-Que estupidez. ¿Cómo se iba a querer suicidar? Además, nadie me ha dicho nada de ninguna nota, ¿Y para que iba a querer la tienda entonces?
-Claro. Pero a veces... Tuve un amigo. Muy bueno. Nunca se quejaba, no más que cualquiera. Un día le vi. Tomamos una copa juntos, charlamos. Dijimos que quedaríamos algún día. Dos después se había colgado. Nunca supimos, supe, porque. Dijo que quedaríamos.
-Cambiemos de tema, ¿quieres?
-Perdona. Voy al servicio.
Probablemente ella ¿Cómo se llamaba? tampoco quería que la viesen llorar. Se sentó de nuevo. Comienza a pensar. Pese a la preocupación, queda casi dormida. Unos minutos después, escucha un ruido. La puerta. Abre los ojos, y ve al médico. Está junto a la familia. Niega con la cabeza. Él ha muerto. Escucha de lejos el llanto familiar. Se mira la muñeca. Apenas la ve entre lágrimas. Recuerda:

El día siguiente a su cumpleaños, se lo preguntó.
-Anoche no me fijé. La pulsera tiene una frase. ¿Qué significa?
-¿No sabes leer?
-Sabes perfectamente que no se latín. ¿Me lo dices o me obligas a buscarlo en algún libro?
-¿Qué pone?
-Pone AVE ATQUE VALE. ¿Qué significa?
-Hola y adiós. Así, si algún día me voy y no me despido, sólo tendrás que mirar la pulsera.
Quedó ella en silencio. Le miró a los ojos.
-Nunca te irás sin despedirte, ¿verdad?
-Haré todo lo posible. Nunca se sabe, pero haré todo lo posible.
Se besaron. Hacía dos años de eso.

¿1995?


martes, mayo 01, 2007

Hoy

Me gustaría que fuera día de fiesta. Habría pasado unos días esperándolo, pensando sobre eso en el trabajo. Algo hubiera organizado, creo, algo especial.
Me gustaría que hoy hiciera setenta años, y te daría un regalo. Tal vez un disco, o quizá ese libro del poema en que los hijos que regalan flores de plástico.