miércoles, agosto 25, 2004

San Lorenzo

Subí a la azotea, me tumbé mirando al cielo, con la secreta certeza de que no vería ninguna lágrima de San Lorenzo. Y espere. Dejé que los mosquitos se cebaran conmigo, que mis ojos se adaptaran a la oscuridad y fueran apareciendo estrellas nuevas. Ignoré las televisiones lejanas, alguna tos, me cobijé en los grillos cantando y en el leve viento. Y me invitó mi memoria a un viaje por noches en las que estuve, ordenándolas según su criterio. Las vías del tren, soledad, el campo. Un cometa deslumbrándome en el cielo. El río, el ruido, el alcohol. Y una nuca blanca aparecer entre el pelo suelto. Frío, música y un secreto políticamente incorrecto. Al principio creí que podría desviarme, sugerir un camino cómodo entre los recuerdos. Al final llegaron lágrimas, aunque no fueran de San Lorenzo.

1 comentario:

tuanonimo (C) dijo...

¿Por qué lo has escrito todo en un párrafo si son versos? En fin, que siempre tengo que meterme con algo, un vicio mío. Me pareció bonito y diría, al menos eso parece, que lo escribiste casi de un trazo; con palabras que iban cayendo cada una en su sitio, sin necesidad de retoques, algo así como las pinceladas de Velazquez.