lunes, julio 30, 2007

Memes fuera del tiesto

Airear trapos sucios así, sin más, sin cobrar, es un poco como jugar al fútbol por afición, ¿no? en este país en el que aparentemente el cotilleo es una gran industria nacional. Y aun así, como el bueno de Jdj me lanza el guante, corro a recogerlo. Expone él sus vergüenzas a modo de ocho secretos inconfesables en su blog, siguiendo una cadena iniciada quién sabe por qué ilustre o desconocido bloguero. Memes, le llama. Sea, sea, porque en el fondo tal vez sea cierto eso de que el que escribe tiene su punto de exhibicionista. Pasemos a intentar sacar mis ocho secretos inconfesables. Que bien pudiera ser que ya alguna vez haya confesado alguno, de memoria ando regularcito nada más. Son, a saber:

1-Miento, miento cuando digo que me leo todo lo que cae en mis manos y que siempre termino todos los libros que empecé. Cierto es que me leo hasta la etiqueta del champú mientras me ducho, y que han pasado por mis manos todo tipo de bodrios infumables que gastaron un poco más mis ojos. Pero por más que lo intenté, por más que luché, jamás logré terminarme 'Agata ojo de gato', de Caballero de Bonald. Fue superior a mi. Y si me leí el código da Vinci. No me apasionó, pero me entretuvo.

2.-En alguna ocasión perdoné tarjetas al ser árbitro, de manera conciente. Siempre he dicho que perdonar tarjetas para compensar errores era doble error, y que había que ser completamente justo. Y que fui muy poco tarjetero y muy dialogante con los futbolistas. Pero en una ocasión no pude aguantarme. Había un chaval que protestaba todas las jugadas, y ya en una soltó 'Oye ¿te olvidaste las tarjetas en casa? Y se me cruzaron los cables. "no, mira, aquí las tengo" y le mostré la amarilla. Se quedó boquiabierto y se le escapó un "que cabrón" que merecía la expulsión. Pero me entró un inicio de ataque de risa y me hice el sordo. Le perdoné la roja.

3-Cambiaría la pluma por la guitarra con los ojos cerrados. O por el pincel. Pero sin duda el tener oído musical y poder tocar una guitarra me colmaría de placer. Y lo he intentado, ojo, pero intentar coordinar mi mano derecha con la izquierda y hacer algo con ritmo es superior a mi. Me encanta la música, pero no tengo oído musical ni sentido del ritmo, y sin embargo....

4-Durante un tiempo supe bailar bien el tango. Me apunté por un cúmulo de circunstancias a un curso de baile en el cual nada lograba entrar en mi nulo cerebro y mis dos pies izquierdos, salvo el tango, que parecía serme tan natural como respirar. Ya he olvidado absolutamente todo de como bailarlo, por cierto.

5-Rubén, fui yo. Nunca te lo he reconocido en público, fui yo. Hace años un amigo iba caminando relativamente cerca de su casa cuando dos mujeres le detuvieron con la intención de adoctrinarle en la fe de los testigos de Jehová. Estuvo aguantado como pudo el chaparrón, y finalmente pudo escapar porque cuando le enseñaron estampas campestres del paraíso, él preguntó por los cines y los bares, que sin eso no habría paraíso para él. Y sin embargo, el fin de semana siguiente se presentó el domingo por la mañana en su casa un tipo preguntando por él y ofreciéndole gozoso su ayuda para ayudarle a encontrar la paz espiritual. Pasó mucho tiempo pensando que le habían seguido y que le habían investigado para saber más de sus circunstancias, lo que no deja de inquietar. La verdadera historia es que en un momento de inspiración escribí una emocionante carta contando las distintas vicisitudes que encontraba el pobre Rubén en la sociedad actual y como su alma deseaba encontrar mejor fin, para lo cual solicitaba ayuda espiritual urgente, y daba sus datos personales, su edad, la dirección... la carta la mandé a la sede de los Testigos en España.

6-Esto es mal negocio. Pero lo reconozco, me he dormido en el trabajo. Hace años (¿tantos? puff) en una ocasión en la que había trasnochado por motivos que no recuerdo (si no, ya tendría resuelto el punto siete), aguanté hasta media mañana bastante bien. Luego, como no podía, cerré discretamente la puerta del despacho, eché el pestillo, y me pegué una tremenda siesta sentado en el escritorio hasta bien entrada la tarde. Cosas de aparentar formalidad, nadie se asombró de mi concentración.

7-Inconfesados son, al menos familiarmente, mis lesiones variadas. Luego con los años a los amigos se las he contado, pero a mi familia, nunca. Por ejemplo, que una mañana experimentado los mejores métodos de hacer hogueras en el jardín me salio ardiendo la mano derecha empapada en alcohol, y tuve que correr a la piscina para apagarla. Procuré ocultar el hecho, afortunadamente era verano y lo logré, pero pasé unos días durmiendo con la mano dentro de una olla con agua fría, porque el dolor de todas las yemas de los dedos con ampollas era insoportable. O que en otra ocasión me rajé completamente un rozo de oreja al escapar en bicicleta de unos amigos mientras jugábamos a policías y ladrones y tuve que pasarme una semana con un apaño a base de papel de aluminio y esparadrapo que tapaba con el pelo largo. O que me di un calambre con un flexo metálico que me quemó la mano derecha y me tuvo un día con un fuerte dolor en el pecho. O que pretendiendo mover yo solo una enorme librería de mi padre repleta de literatura médica me dio un tirón en la espalda que me hacía casi no poder ni moverme. O que dejé el hockey sobre patines porque en un partido me hicieron falta mediante una zancadilla con el stick agarrando un eje, que lo arrancó, y me hice polvo la rodilla durante meses, o... resumiendo, que nunca me ha gustado que nadie supiera cuando estaba malo o dolorido, salvo cuando no quería ir a clase por algún motivo.

8-Escribir, ya no escribo todas las noches. Pero imaginar, si. Salvo que esté tremendamente cansado, casi cada noche, al acostarme, tengo sesión de problemas. Desde hace años antes de dormir me planteo una situación de cualquier índole, desde un naufragio hasta una tarea de bricolaje, y procuro convencerme que soy capaz de resolverla paso a paso. Con todo el realismo del que soy capaz, teniendo en cuenta mi estado físico en ese momento (no vale imaginar que tengo superpoderes o que se hablar un idioma que no se) procuro ver la resolución de la situación. Algunas situaciones me duran semanas, bien por dormirme antes de resolverla, bien por encontrar pegas en las distintas soluciones que me propongo, y otras un solo día. Algunas asumo que son irresolubles con los medios de los que dispongo, y entonces voy buscando la ayuda mínima requerida. Otras incluso me incitan a documentarme de día para saber algo que me sirva de noche. He construido balsas con una cierta calidad, descendido desde distintas fachadas de las viviendas en las que dormía. Me he colado en edificios que conocía, desmontado cacharros electrónicos, inmovilizado animales escapados, realizado tareas de primeros auxilios. De todo. A veces he dado vueltas a escenas de películas buscando otras soluciones válidas para la acción. Incluso durante un tiempo algo particular, me dedicaba a jugar partidas de ajedrez mentales conmigo mismo, intentando posicionar las fichas sin error. Y algunos preguntan por qué no tengo nunca insomnio.

Y ahora aprovecho y le paso la vez al Sr. Fontana, a Polytika , a Morgana  y Puri , a ver que nuevos secretos averiguamos.

Salud


3 comentarios:

Chiki dijo...

Lo del tango me ha encantado. Promete que la próxima vez que nos veamos, bailarás conmigo. Que no sé, pero aprendo rápido :-)

Besos
Chiki

Morgana dijo...

este ejercicio del meme ya lo hice hace algún tiempo, pero leyéndote le has dado otro sentido...yo confesé cosas sobre mi, pero no secretos inconfesables....
eso le agrega cierta sabrosura al cuento creo.
tendré que meditar bien los ocho secretos y te aviso para que los leas.

me gusto mucho tu relato, hace sentirte más cercano, más humano y casi conocido.

pd: déjame decirte que encontré maquiavelicamente genial lo de los testigos de jeová....tomé nota de la broma....

un abrazo como siempre un gusto leerte.

Fontana dijo...

¡Ah, no, señor árbitro, mis secretos no los cuento!
Aunque me muestre usted cinco tarjetas amarillas y dos rojas, no los cuento.