viernes, febrero 17, 2006

EL GRAN GOLPE (Viernes)

Me desperté una hora antes de lo normal. Recogí un poco los libros que estaba leyendo, asegurando los marca páginas, y copie la receta de la pasta. Busqué un par de relojes que me habían regalado y los dejé en la mesa del comedor, sujetando la receta. Saqué de sus marcos unos grabados numerados que poseo de Granada, de tal manera que se viera que estaban firmados y eran originales, los dejé apoyados en el escritorio, cubriendo el monitor. Encontré la cámara digital entre mis papeles y la puse a cargar junto a los grabados. Dejé la tarjeta de crédito en la mesita de noche. Me faltó dejar leche y polvorones, pero aun no es época. El teléfono sonó un par de veces a lo largo de la mañana, pero no lo cogí. Por la tarde fui a dar un paseo largo, después a cenar y a pasar la vergüenza de ir a pagar y recordar que ni llevaba suficiente dinero, ni llevaba la tarjeta.
Al fin llegué a mi casa. Todas las luces estaban apagadas, la puerta y el balcón entreabiertos. Un escalofrío me recorrió la espalda al entrar en casa. Un fenomenal desorden dominaba las escena. Me habían robado. Por fin. Suspiré de alivio. Todos los cajones estaban abiertos, los cojines del sofá por los suelos. Los cuadros descolgados y apoyados en la pared. Unos botellines de cerveza en la encimera. El País del día tirado por el suelo. Subí inquieto. El colchón estaba medio volcado y casi fuera de la cama, el ropero abierto y las camisas desparramadas. El despacho era una montaña de libros y papeles. Los discos alrededor de su estante. Me dispuse a cumplir mi parte de llamar a la policía y perder unas cuantas horas mientras tomaban un par de fotos y me hacían unas cuantas preguntas.

-Sabe que le han robado?
-No, con este desorden.
-¿Está usted asegurado contra robo?
-El coche si, ¿eso cuenta?
-Vio a alguien desconocido merodear ayer por su casa?
-No, sinceramente, ningún desconocido.
-¿Entiende por qué le han forzado la puerta principal y el balcón?
-En absoluto, es incomprensible.

Cuando se cansaron de agotarme y llenarme la casa de una especie de talco, se fueron sin siquiera ofrecerse a ordenar un poco. Cogí un folio y un bolígrafo dispuesto a anotar las pérdidas. Arriba los grabados estaban por el suelo. Se ve que no tenía contactos en el mundo del arte. La cámara la habían desenchufado de la pared. La batería estaba cargada. Recogí los libros y los devolví a sus estanterías sin mayor orden que el de proximidad física. No faltaban huecos. Siquiera el Blanco y negro de 1908 faltaba. Debí comprar el Código Davinci, aunque quizás había encontrado algo mejor para su mujer. Cuando terminé, recogí mi ropa, hice la cama. Ordené el cuarto de baño y seguí con el salón. Los relojes estaban junto a la tele, todos en hora. Me surgió una corazonada, y puso la tele. Estaban sincronizados con el teletexto.
Faltaba poco para amanecer cuando estaba yo sentado en el sofá, viendo la lista del robo.

"Falta:
Tarjeta de crédito:1

Sobra:
Mechero metálico a gasolina:1
Manojo de llaves:1
Paraguas automático:1
Periódico del día:1
Bocadillo de chorizo:1"

Al final este tipo lo único que me había robado era la tarjeta. Y mi tiempo libre de toda la semana. Puse un cartelito por fuera de la puerta "Ya pasaron a robar. Gracias". Apoyé una silla en la puerta para dejarla cerrada, y me acosté.
A la mañana siguiente vi una nota que pasaron bajo la puerta:

"De de baja su tarjeta cuanto antes. La he extraviado.
Gracias,
Sera."

FIN

2 comentarios:

VeRsAtiLiDaD dijo...

pues da de baja la targeta rapido!!! que quien se la encuentre empezará a pagar peajes y en las estaciones de servicio"!"!jjajaja (eso fue lo que me paso a mi) aun asi el banco no me devolvio el dinero"""

Anónimo dijo...

leí toda la secuencia....excelente, me encantó tu forma de escribir.
Que tanto es ficción??